Vida del emperador Carlos V día a día: 21 de enero

Álvaro de Lugo es el gran protagonista de las líneas de hoy; pues fue a él a quien el emperador pidió por carta el 21 de enero de 1530, estando como estaba por entonces en Bolonia para ser coronado emperador por Clemente VII —esa se contará también llegado el momento. Que tiene su miga—, que se encargara de cobrar una pasta gansa —1.200.000 escudos de oro, según recoge Foronda y Aguilera— por el rescate del francés y de sus hijos. El francés ya estaba en Francia franceseando, pero los hijos todavía se encontraban en España, en el castillo de Pedraza bajo custodia de Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, como contrapartida por su libertad tras pasar una temporada en Madrid con todos los gastos pagados por cortesía del emperador Carlos V.

Echando cuentas, un escudo de oro equivalía a 350 maravedíes maravedí arriba maravedí abajo, por lo que la suma del rescate ascendía a 420.000.000 millones de maravedíes. Al cambio en euros, la suma ascendía a 42.000.000 euros. O sea, una pasta gansa de narices —más de 7.000 millones de las antiguas pesetas—.

Pues de eso, de cobrar esa pasta en nombre del emperador, se iba a encargar Álvaro de Lugo según lo dispuesto por la carta que firmó aquel primero tal que el 21 de enero de 1530. En consecuencia, si el francés quería volver a ver a sus hijos, tendría que rascarse —y bien— el bolsillo.

Álvaro de Lugo, natural de Medina del Campo, sudó la gota gorda con el asunto. Para empezar, Francisco I le dijo que no le venía bien el primer plazo —1 de marzo de 1530—, que no tenía suelto —estaba tieso con la mojama—, y que había de esperar a la llegada de perras en forma de remesa del rey de Inglaterra para dárselas a su vez al emperador.

Luego el cachondeo vino por dos partes. La primera, con las perras en sí, o sea, los kilates de los escudos. Mientras los franceses decían que tenía que ser de 21, los españoles que ni de coña, que de 24. Nos ha jodido, mayo, que decimos por aquí; que la pieza de 21 kilates lleva un 87,5% de oro —21 de 24 partes—, mientras que la de 24 es oro del bueno. Puro. Sin tonterías, vamos.

El segundo, el modo de canje de los presos por el oro. Para ello se determinó hacer dos gabarras iguales, como dos gotas de agua, con la misma cantidad de remeros y que remaran a la misma velocidad, además de partir a la vez de sus respectivos puntos de salida. Eso, en el siglo XVI. Tócate los pies. Pero como los españoles no se fiaban con lo del tema de los kilates visto el asunto, pidieron que la gabarra francesa llevara tanto peso en hierro como el que pesase el dinero que debían entregar los franceses. Tonterías, insisto, las justas.

Víctor Fernández Correas
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Escribo en mi tiempo libre en lugar de echar migas a los patos. Rojiblanco. Y también hago migas extremeñas. Me salen cojonudas. Email: contacto@victorfernandezcorreas.com

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