En Viandar de La Vera vive Timoteo Gironda, un jubilado de 80 años que ha creado su propio museo, un sorprendente y divertido huerto de esculturas.
Timoteo Gironda ha sido alicatador toda su vida, pero siempre como empresario y en la ciudad de Las Rozas, Madrid. Tras jubilarse volvió al pueblo y comenzó a crear esculturas en su maravillosa finca de Viandar. Allí, con vistas a Gredos y al Valle del Tiétar, entre olivos y árboles frutales, Timoteo ha creado su propio museo, un simpático jardín de figuras fabricadas con hormigón y plomo que no dejan indiferentes a los espectadores.
Descubrimos a Timoteo Gironda por casualidad, nos perdimos buscando el Molino de Aceite y terminamos en lo más alto de Viandar. Vimos una cabra rosa dando vueltas a una columna, eso nos alertó de que algo peculiar ocurría tras las verjas de una finca, Los Peñascales. Llamamos, entramos y Timoteo, con gran amabilidad, nos mostró las figuras que él mismo ha ido creado a lo largo de los últimos años.
¿Por qué haces esculturas?
“Porque me gusta enredar y hacer cosas. Hay gente que prefiere ir a la a tabernas, yo no. Me gusta estar aquí, en mi finca. Nosotros, mi mujer y yo, solo salimos a la compra y a misa los domingos, después nos juntamos con los primos un rato y ya está. He hecho todo esto a base de fuerza, de ánimo y sin hacer daño a nadie, yo lo hago en lo mío. Y no hago más porque me critican en el pueblo”.
¿Cómo es el proceso, cómo las construyes?
“Hago el dibujo en una malla de alambre de gallinero. Corto el molde y le voy dando vueltas mientras voy echando el cemento. Algunas figuras tiene por dentro poliestireno para que la pieza no sea maciza”.
¿Viene gente a visitar tus esculturas?
“Viene gente de aquí del pueblo. Los que vienen de fuera se quedan mirando y sacando fotos. Yo invito a todo el mundo a pasar”.
¿Cuánto tiempo empleas en crear una escultura, por ejemplo la de la cabra?
“Esa, ente tres o cuatro ratos. Antes era un macho pero la gente decía cosas y al final quité los testículos y se convirtió en una hembra con un cabritillo”.
No encantó conocer a Timoteo, charlar con él y descubrir sus creaciones. Admiramos profundamente su gran dedicación, su voluntad y su tremenda energía creativa. En su finca de vistas infinitas comimos fresas silvestres y al marchar Timoteo nos regaló nísperos y albaricoques. Muchas gracias!
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